sábado, 11 de febrero de 2017

La Rayuela. Un juego adivinatorio e iniciático


La rayuela es un juego ancestral de iniciación al conocimiento de uno mismo, de donde provienen el juego del laberinto, la petanca y el juego de la oca.

La mayoría de los juego para niños y juegos de salón, en un principio , eran adivinatorios e iniciáticos. En un mundo donde la razón, la lógica y la ciencia exacta son las que mandan, los principios adivinatorios e iniciáticos han sido relegados a las mazmorras, a un pasado  en el cual creemos  que reinaba  de forma absoluta el oscurantismo y las supersticiones en la mentalidad de los hombres. Ahora bien, históricamente, es un hecho que durante los 10.000 años que han precedido a nuestra época, todos los pueblos del mundo tuvieron alternativamente períodos oscuros e ilustrados.

LA ADIVINACIÓN, CIENCIA DEL POETA

Durante los períodos ilustrados, el espíritu de los hombres fue inventivo y creativo. La iniciación al saber y a los conocimientos  adquiridos cobraron todo su  sentido. No bastaba con aprender  para saber, había que comprender, experimentar, vivir, crear para conocer. Incluso si nos provoca alguna sonrisa hoy en día, el hombre iniciado de la Antigüedad era un poeta, en el sentido etimológico del término, que viene del griego poiêtês, que derivó en poiein, que significa «autor, creador, artesano, fabricante».
Para nosotros, el poeta no es más que un versificador o un escritor, que raramente puede vivir de su pluma y al que consideramos un dulce soñador, que vive lejos de la realidad material y tangible de este mundo. Pero para nuestros antepasados era un realizador, que solo podía serlo si había sido iniciado en el saber y el conocimiento, los cuales, por supuesto, revelaban el poder divino. No se concebía el conocimiento sin sabiduría. Y la sabiduría partía unida a la adivinación, la cual relacionaba lo divino en sí mismo y alrededor de sí mismo y favorecía la comprensión intuitiva de los gérmenes de los acontecimientos y las causas ocultas para poder ejercer el libre albedrío y la fuerza de voluntad.
En cambio, durante los períodos oscuros de la historia de la humanidad, este saber y conocimiento fueron mal utilizados por un pequeño número de seres malévolos, ávidos, codiciosos y tiránicos. Remontando el curso del tiempo, observamos que no han faltado impostores y usurpadores. Por desgracia, nuestra época no es una excepción. A veces, son los que tienen el poder. Entonces, un velo se tiende sobre el espíritu y la memoria de los hombres y éstos se oscurecen.

¿DE DÓNDE PROVIENE LA RAYUELA?

No se sabe de qué civilización viene, ya que no se conoce su origen exacto. Sin embargo, la estructura arquetípica, universal y astrológica de lo que hoy no es más que un juego de niños deja suponer que este juego iniciático nació en Mesopotamia. Pero debemos saber que su pista se encuentra en la India y que unos textos chinos demuestran su existencia 2.357 años antes de nuestra era. De manera que, al igual que la cruz o la espiral, por ejemplo, símbolos universales, encontramos la rayuela en tiempos muy anteriores a los nuestros y en todas las civilizaciones. No obstante, si creemos a Platón la rayuela nació en Egipto. En todo caso la rayuela griega, que se llamaba la kubeia, era de inspiración egipcia.
En Egipto se han encontrado numerosas figuras con casillas llenas de jeroglíficos. Según los textos egipcios, la rayuela la utilizaba el difunto para jugarse su destino en el laberinto del más allá.




RAYUELA Y LABERINTO

En efecto, en muchos aspectos, la rayuela nos hace pensar en el mito del laberinto. Tanto en la rayuela como en el laberinto, el jugador o iniciado debe encontrar la salida, que simboliza la vida eterna. El vencedor del laberinto puede regir su propio destino. Ahora bien, para vencer en el laberinto, no basta con encontrar la salida; además hay que encontrar el centro. Se trata de un juego metafórico, luego iniciático, y ello debe ayudar al jugador a tomar conciencia de que la liberación a la que aspira se encuentra en sí mismo, en el centro de su ser.
El jugador de la rayuela se lanza a una búsqueda similar: emprende un recorrido repleto de dificultades, durante el cual podrá conseguir un objetivo supremo, tendrá una revelación, si demuestra habilidad, perspicacia, resistencia e inteligencia más que fuerza o proezas físicas. Señalemos de paso que la mayoría de los cuentos de hadas, también relegados hoy en día al universo de los niños, proceden del mismo principio, casi siempre poniendo en escena un héroe o un antihéroe que, después de pasar mil y una trampas y pruebas, llegará a una especie de felicidad suprema o felicidad perfecta. Como podemos constatar todos los símbolos y mitos, y todos los soportes utilizados para transmitírnoslos, coinciden, se unen, se confunden y tienen una misma cultura y una misma visión universal de la vida, la naturaleza y el destino humano. Es todo lo que hemos perdido y que reencontramos cuando nos sumergimos en el universo regenerador de los mitos y símbolos. Estos últimos nos permiten entrar de nuevo en relación con nosotros mismos- ¿Quién puede presumir de amar al otro si no se conoce y se ama a sí mismo?
La rayuela es un juego iniciático en cuanto conduce al hombre a progresar, a avanzar de casilla en casilla, hasta que llega a su objetivo. No está hecho para permanecer tal como es. Siempre debe evolucionar. Éste es su destino. En Mesopotamia, en Egipto, en China, en la India, en Grecia y en Roma, y más tarde en toda la Europa medieval, eran los adultos los que jugaban a la rayuela. Al hacerlo se recordaban a sí mismos que los hombres sólo son paseantes, es decir, que están de paso por esta Tierra, pues tenían otro objetivo que conseguir, otra misión que cumplir, una puerta estrecha que encontrar.

En el centro del laberinto se encuentra la puerta de otro camino. Ésta es la puerta a la que hace alusión san Mateo en el Evangelio: «Estrecha es la puerta, angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la encuentran». (Mateo 7, 13-14)

LAS REGLAS DE JUEGO DE LA RAYUELA

En la Edad Media, la rayuela ya no se jugaba sobre una mesa. Era más o menos similar a la que todavía juegan las niñas hoy en día.

Este juego se ejecutaba con una piedra que era lanzada sobre una figura geométrica. El jugador actuaba a modo de ficha. Debía saltar de casilla en casilla, a la pata coja, empujando la piedra que se suponía representaba su alma. Partía de la Tierra, para conseguir el Cielo, el Paraíso, vigilando no caerse en el pozo o en el infierno durante el recorrido. Pero no debía conformarse con avanzar a la pata coja. Estaba obligado a ciertas contorsiones y juegos de piernas complejos. En ningún caso la piedra debía pararse sobre una línea, ya que, de la Tierra al Cielo, no hay fronteras, ni zonas de demarcaciones, ni separaciones ni descanso. Al realizar su recorrido, el hombre practicaba su habilidad y desarrollaba así sus propias cualidades. ¿No es éste el fin último de toda vida humana?


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